Es increíble como ocurren a veces las cosas. Tengo claro que
mi cerebro no es el “deep blue” aquel que ganaba partidas de ajedrez a los
grandes maestros con solo mirar el tablero, pero si sé, porque me conozco, que
tengo la curiosa capacidad de buscar y retener “in mai main” datos y fechas que
aunque solo sirvan para jugar al Trivial Pursuit a mi me parecen importantes.
Soy uno de esos aficionados a las comedias americanas de
situación y familiares, a las que una
vez que les pules los paternalistas mensajes morales de protestantes blancos y
negros (afro-americanos), les puedes sacar algún rendimiento más allá del
simple entretenimiento.
Últimamente vivo enganchado a una llamada “The Middle” que
versa sobre una familia media del medio oeste norteamericano, de ahí lo del
nombre supongo. Total, no me voy a alargar con los vericuetos de esta serie
porque para eso está la tele, así que iré al grano, pues bien resulta que uno
de los protagonistas que hace de hijo menor, sufre un problema grave de
socialización, de déficit de atención, autismo y síndrome de turé a partes
iguales amén de una enfermedad física de los huesos que si que es real, pues la
sufre el actor que lo interpreta. Brick Heck que así se llama el personaje es
un niño algo huraño que pasa la mayor parte de su día consumiendo libros de
todo tipo aunque prefiere la de universos imaginarios, algo muy razonable
teniendo en cuenta el mundo en el que su mente vive. Lo que realmente me llamo
la atención del pequeño Brick es que siente una gran pasión por un personaje al
que admira hasta el punto de disfrazarse de él en Halloween e inventarse raps
homenajeándole, “el Sargento Mckenzie”.
Y de ahí viene lo que dije al principio sobre lo increíble
de cómo ocurren las cosas. Me puse a buscar en Internet algo sobre el tal
Mckenzie pensando en un primer momento que saber algo sobre el me podría hacer
ganar en el futuro un quesito rosa de espectáculo y entretenimiento o uno
marrón de literatura, cuando cual fue mi sorpresa al descubrir que si me hacia
ganar en alguna de las categorías trivialeras seria en el amarillo, porque
resultó que el personaje era alguien real e histórico.
El sargento Mckenzie fue un héroe de la primera guerra
mundial olvidado como tantísimos otros, un hombre cuyo heroísmo roza el nivel
de superhombre, de esos de manual en los que como primera norma dice que se
debe ser capaz de dar la propia vida por los demás siendo eso lo que hizo, dar
su vida por salvar a uno de sus soldados cuando iba a ser bayoneteado en el
suelo por un alemán, se interpuso entre los dos recibiendo el en su pecho a la
bayoneta mortal muriendo en el acto. Lo curioso es que murió después de
regresar al frente contraviniendo la orden de sus doctores que recomendaron amputarle el brazo en el que
había recibido una herida de bala poco tiempo antes negándose a ello y alegando
que debía volver al frente con sus hombres, todo un personaje el escocés.
Y como la posterioridad es tan cruel con los hombres como
epilogo decir que si se conoce hoy en día la figura del haighlander no es por
los hechos de su vida y su muerte directamente sino porque su bisnieto Joseph
Kilna Mackenzie, hundido de dolor por la muerte de su esposa debido a un cáncer
y mirando una foto que tenia de su bisabuelo encima de la chimenea escribió
el poema épico titulado “SARGENTO
McKENZIE”, un canto a la paz y a la vida como pocos.
Mi afición a las series americanas y la admiración de un niño “extraño” me llevo a
conocer uno de los episodios más bellos en cuanto a altruismo, valor, honradez
y dolor de la historia y admito que desde hoy dedicaré un día al año a rezar
por todos esos hombres que como el Sargento Mckenzie dieron lo que más
apreciaban, sus vidas, por defender lo que mas apreciamos, las nuestras.
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